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BERTHA BENZ: LA  MUJER AL VOLANTE DEL ROADTRIP DE LA HISTORIA

Septiembre 17, 2018

En la mañana del 5 de agosto de 1888 Bertha Benz se deslizó sigilosamente por las escaleras y junto a sus dos hijos, Richard y Eugen,abandonó el hogar familiar no sin antes dejar escrita en la repisa de la cocina una nota a su marido, Karl Benz.

En ella le comunicaba sin más detalles sus intenciones de irse a pasar unos días con su madre en Pforzheim. Acababa de comenzar el que se consideraría como el primer viaje motorizado de la historia, que llevaría a Bertha y a sus hijos desde Mannheim hasta Pforzheim, más de 100 kilómetros al sur.

Bertha Benz llevaba tiempo planeando esta aventura. Su marido Karl Benz era un hombre brillante pero muy retraído al que los negocios no se le daban especialmente bien; era perfeccionista y sufría de depresión, algo que no le permitía valorar la importancia de su creación.

 

Karl había patentado el automóvil de tres ruedas en 1886, el Benz Patent-Motorwagen, pero tanto él como el gran público no dejaron de ver el invento como una mera curiosidad y no se vendió ningún ejemplar. La determinación de Bertha fue clave para sacar el negocio adelante.

Bertha Benz venía de una familia adinerada pero había nacido en una época donde la educación superior estaba vetada para las mujeres, algo que no le impidió desarrollar una gran curiosidad por la ciencia y, sin duda, desarrollar un gran olfato para los negocios.

Cuenta la leyenda que Karl no se valió de serenatas ni poemas para seducir a Bertha sino de detalladas reseñas sobre el prototipo de carruaje sin caballos en el que estaba trabajando. A Bertha aquella idea le cautivó y no lo dudó ni un momento: antes de que la boda tuviese lugar ya había invertido su dote en la empresa Benz, implicándose de lleno en el éxito de la compañía, muy a pesar de su padre que intentó disuadirla de semejante locura.

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Los comienzos no fueron fáciles y, tras varios años de penurias y una familia que no dejaba de crecer, Bertha Benz se propuso demostrar que la invención de su esposo tenía un lugar en los de historia y hacer realidad el sueño que ambos compartían.

Los desafíos del viaje eran numerosos ya que nadie hasta ese momento había realizado semejante hazaña.

El coche podía estropearse, los caminos no estaban asfaltados y eran transitados únicamente por carros de caballos, no había, como hoy, indicaciones y era fácil perderse.

Bertha se anticipó a muchos de estos imprevistos y supo bandearlos con éxito, aprovechando también el viaje para probar el vehículo, anotando cada detalle que podría ser mejorado posteriormente.

La planificación fue importante, en esa época no había gasolineras por el camino así que ideó un ruta que le permitiese comprar ligroína en farmacias locales para usar como combustible. Más importante todavía fue el abastecimiento de agua en ríos y riachuelos, necesaria para rebajar la temperatura del motor.

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Uno de los principales problemas fue el desgaste de los frenos, que por aquel entonces consistían en una pequeña barra de madera apoyada en las ruedas, lo que hacía peligroso el descenso en pendientes pronunciadas.

Bertha encontró por el camino un zapatero al que compró dos pares de suelas de zapato que instaló en el extremo de la barra que frenaba las ruedas. Con esta solución improvisada nacieron las pastillas de freno usadas hasta nuestros días. Ante la falta de materiales recurrió a su vestimenta y accesorios para solventar las averías que fueron surgiendo demostrando su tenacidad para alcanzar su meta.

Tras doce horas de viaje los Benz llegaron por fin a Pforzheim, su destino. Para entonces la prensa ya estaba al tanto de la gesta debido al revuelo causado por los curiosos que se agolpaban con admiración en pueblos y caminos para ver aquella maravilla de la ingeniería pasar.

Lo primero que hizo Bertha al llegar a Pforzheim fue escribir un telegrama a Karl contándole el exitoso viaje. Días más tarde la familia Benz emprendió el viaje de regreso por una ruta diferente. Esta vez cientos de periodistas esperaban expectantes el paso de la familia.

Al regresar a Mannheim, Bertha reportó la lista de modificaciones necesarias para mejorar el vehículo. La más importante fue una velocidad extra para subir colinas sin que los ocupantes del vehículo tuviesen que descender del mismo para empujar, lo que fue rápidamente implementado por Karl en el siguiente modelo de motorwagen que llegó a las más importantes ferias tecnológicas y exposiciones en Berlín y París.

Hoy en día todavía se puede recorrer la misma ruta realizada por Bertha Benz en 1888. Mercedes Benz rindió homenaje a esta gesta cuando hace cinco años decidió poner a prueba su primer vehículo sin conductor siguiendo los pasos de Bertha por una ruta icónica sin la cual la historia de la compañía y del automovilismo no hubiese sido lo mismo.

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