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EL IMPACTO DE LA MÚSICA EN EL CEREBRO Y EN LA SALUD

15/08/2018

La música desencadena complejos efectos sobre el cerebro. ¿Qué emociones se activan cuando escuchamos una canción o un artista que nos gusta?  Numerosos estudios neurocientíficos han demostrado cómo este fenómeno físico puede contribuir en las intervenciones terapéuticas actuando a la vez como medicamento para los pacientes y herramienta de reducción de gasto en los hospitales.

Un estudio publicado en el 2015 en The Lancet, por ejemplo, encontró que los pacientes que escucharon música antes, durante o después de la cirugía dijeron sentir menos dolor, tomaron menos medicamentos para aliviarlo y evidenciaron menos ansiedad.

Otro estudio en The Journal of Pain, a cargo del Centro de Investigación del Dolor de la Universidad de Utah, halló beneficios potenciales de la música para desviar las respuestas psicológicas a estímulos de dolor experimentales. 

Otra investigación de la Universidad de Rochester, en el 2003, con pacientes de diferentes tipos de cáncer que se habían sometido a un trasplante de médula ósea, mostró que quienes escuchaban música se recuperaban más rápido y sentían menos dolor y náuseas.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Dar nombre a la emoción que despierta la música es complicado. “A la hora de buscar un nombre al sustrato anatómico, la mayoría de las emociones se localizan en el lóbulo frontal más medial; en la ínsula encontramos las emociones básicas, como el asco; y el miedo se vincula con la amígdala”, explicó Yerko Ivánovic, músico y neurólogo del Hospital Universitario HM Puerta del Sur, en Madrid (España).

Ivánovic aclara cómo el bienestar producido por la música se asocia a una región denominada núcleo accumbens, muy relacionado con la recompensa. Pero cuando en una canción escuchamos un escalón inesperado, nuestro sistema de alarma hace que se nos erice el vello y se descargue adrenalina. 

En ese caso, la amígdala comprueba que tras la sorpresa no ocurre nada, y se produce el característico escalofrío.

Sin embargo, no todos los géneros musicales actúan igual. “Son necesarias una armonía y un tipo de música en determinados contextos”, señala el también compositor y pianista. 

Según los estudios del investigador en neurorrehabilitación en el Instituto Santa Ana (Crotone, Italia) Francesco Riganello, la interacción de música tecno en pacientes con bajo nivel de conciencia ralentiza las ondas detectadas por encefalografía y los sume más en su estado de desconexión, mientras que la música clásica consigue ritmos más rápidos y espabila el sistema nervioso del paciente.

“Aparentemente, esto es una contradicción, pero la necesidad de armonía es algo agradable que el cerebro tiene una capacidad natural de identificar y beneficia al sistema nervioso”, apunta el neurólogo.

Cultura y creatividad

No obstante, la variabilidad de respuesta emocional es un problema, ya que tales respuestas dependen del fondo cultural musical del individuo. Según declara Yerko Ivánovic, dichos efectos son difíciles de establecer porque lo que determina que un tipo de música nos guste depende de la “lista de reproducción interna” de cada uno.

“Los humanos somos creativos por naturaleza”, interviene Mara Dierssen, neurobióloga y divulgadora científica de CRG Genómica, de Barcelona. Dierssen explica cómo la música que escuchamos se transmite en nuestro cerebro a través de patrones neuronales.

Sin embargo, conforme a la denominada plasticidad cerebral, “según lo que hagamos con nuestro cerebro definimos nuestra autoconstrucción”, subraya la profesora.
“La plasticidad del cerebro para la música, al igual que para el lenguaje, es de 12 años”. 

Algunas de las capacidades desarrolladas por los músicos citadas por la neurobióloga involucran la mayor capacidad de tomar decisiones, focalizar la atención y analizar la información. 

Entre otras más específicas cabe destacar también la habilidad de distinguir un discurso hablado entre mucho ruido o de discernir mejor qué pide el bebé según su llanto.

En el fenómeno musical, el músico y neurólogo Yerko Ivánovic identifica diferentes áreas cerebrales implicadas en mayor o menor medida en la percepción, deshaciendo el mito del cerebro separado en dos hemisferios frente a la bilateralidad. 

“El cerebro izquierdo se encarga del lenguaje musical, mientras que el derecho identifica el espectro de música”, concluye el experto. 

Música con el paciente

Más allá de la técnica, se ha demostrado el importante papel que desempeña la música en la salud. La ONG Música en Vena busca la humanización para que la música llegue a los hospitales, aplicándose a nivel terapéutico.

En España, dicha organización se encarga de trasladar músicos de alta calidad al medio hospitalario para hacer una creación musical con el paciente. "Nosotros no solo buscamos el efecto positivo de la música dando un instrumento al paciente, buscamos también el repertorio”, aclararon voceros. 

Hasta el momento, ya han trabajado en diferentes especialidades (UCI, neonatología, cardiología…) y con varios tipos de música (vocal, instrumental…).

El empleo de la música como terapia también se está llevando a cabo en Francia desde hace años.  La organización dirigida por Philippe Bouteloup, Musique et Santé, organiza talleres de pediatría y neonatología, reflexión y mediación entre artistas y los hospitales, entre otros.

Gran parte del trabajo hospitalario radica en tocar con alguien en lugar de tocar para alguien. Bouteloup destaca la proximidad que se establece entre músico y paciente, necesaria para crear una burbuja ambiental y contribuir a que el placer sea compartido.

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